lunes, 10 de marzo de 2008

Atrás queda Love Lane




En Morden estuvimos un poco más de cinco meses. Bastante tiempo, creemos.
Las distancias nos empujaron a salir. Hora y media hasta la Universidad de Kingston y dos horas hasta cualquier sector del centro de Londres, eran demasiado. Mucho tiempo y dos buses como mínimo. Fuera de ello, ese sector de Morden, por Greene Lane, es solitario. Agradable pero casi muerto. La ciudad y su ebullición están por otras partes. Por eso buscamos con paciencia hasta encontrar otra casa y otro cuarto en una zona llamada Wandsworth, cerca de Putney.

Morden fue una rica experiencia. La primera oportunidad de mirar y curiosear la ciudad. Y fue la ocasión de revivir una convivencia que no tenía yo desde mi éeeeeeeeeeepoca de universidad en Medellín, y Clau no había experimentado antes: compartir una casa con personas extrañas, ajenas, que nunca se han conocido. Pero fue una comunidad tranquila, respetuosa, con muchas distancias, quizás demasiadas. No hicimos amistades allí, pues cada uno estaba anclado en su cuarto, en su rutina, en su vida. Las conversaciones no pasaban de cinco frases.

De todos modos, la casa de Love Lane, en Morden, fue nuestra casa. Una de sus piezas -como decimos- fue nuestro cuarto, nuestro espacio. Allí la vida cotidiana se nos hizo apacible y amable. Ya queda en la memoria.

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