lunes, 31 de marzo de 2008

Notícula - El negocito de U2


El grupo irlandés U2 acaba de firmar un contrato con Live Nation, la empresa promotora de conciertos más grande del mundo, para que se encargue de su agenda musical en los próximos 12 años. El contrato puede llegar a los 30 millones de libras, equivalentes a unos 60 millones de dólares.

Por qué U2 se puede gastar esa plata? Porque, por ejemplo, en su última gira de conciertos obtuvieron ganancias por 195 millones de libras, la segunda cifra más alta para un "tour" de conciertos hasta hoy.

Notícula - Huevos de Pascua


Ya pasó la temporada de los huevos de Pascua. ¡Claro! Están ligados a la fiesta cristiana y viene de muy antiguo, aunque no es una tradición entre los españoles y por eso tampoco entre nosotros. Todo mundo tiene que ver por aquí con los huevos de Pascua, con la celebración de llamado Easter.

La relación entre semana santa y el huevo de pascua viene desde muy atrás. El huevo era y es símbolo de fertilidad y nacimiento. En la mitología egipcia y después en la griega, el Ave Fénix se quemó en su nido y volvió a nacer de entre las llamas... de un huevo. San Agustín, preocupado por adaptar tradiciones al ámbito cristiano, asoció el huevo con la resurrección. Regalarlo entre cristianos fue desde entonces expresión de fe en la nueva vida, en la inmortalidad.

En algunas regiones de Europa los huevos se cuecen y decoran el jueves santo y se rompen los domingos. En algunos países latinoamericanos esconden los huevos el días domingo por la mañana para que los niños lo busquen en la tarde. En otras naciones hacen rodar por el prado los huevos de pascua, tratando de no romperlos. Una tradición sostiene que eso está relacionado con el rodar de la piedra que tapaba la tumba de Cristo.

Huevos de regalo y de adorno, pollitos, gallinas y pollos, llenaron vitrinas.

domingo, 23 de marzo de 2008

Satie me llama



No saben lo que me corre por la espalda, como una especie de sobrecogimiento ahora que suena Satie (1866-1926).

Recuerdo a una Bogotá fría, lluviosa, que apenas me atrevía a mirar por la ventana del apartamento que daba a las Torres del Parque. Yo escuchaba a Satie a veces, pero no era capaz de mantener su música por mucho rato porque me iba dando tristeza.

Sin embargo, hoy cuando lo escucho aquí en Londres esta tarde de domingo, me llena de una sensación melancólica pero dulce. Me enternece. Me pone a volar.

El piano de Erik Satie va despacio, de un modo minimalista al máximo se diría hoy, llevado por una melodía que se toma sus tiempos, despaciosa y tenue, que se cuela por el cuerpo y penetra la piel con delicadeza.

Satie tiene contradictores. Quienes dicen que su música no es música, que no responde a las exigencias de la tradición clásica, que es monotemático y simplista. Pero no hagan caso de esos expertos. Escúchenlo y verán. Y sentirán que el piano suena en sus estómagos.

Nuestro cuarto en Wandsworth


Nos lo tomamos con paciencia. Cambiar de cuarto ya no tenía que estar obligado por el afán, por la angustia de salir de un hotel que nos estaba comiendo el presupuesto.

No nos arrepentimos de haber estado en Morden. No. Fue una experiencia grata. Pero queríamos algo mejor, en lo posible equidistante de la universidad de Clau y del centro de la ciudad, pues allí están o suceden la mayoría de cosas que nos interesan.

Buscamos por un sector llamado Tooting. Nos llamaba la atención por la mezcla racial y cultural, por sus calles siempre en movimiento, por sus mercados de frutas y verduras y por sus restaurantes hindúes y árabes variados y sencillos. Pero lo que vimos por allí no nos gustó para nada. Un piso recién arreglado a precios imposibles y espacios de cárcel, y un cuarto en una casa que parecía, como decía mi madre, "la hora de llegada". De una desorden terrible. Cosas y polvo acumulados por todas partes. Hasta en el baño y la cocina.

Buscamos entonces por Putney, un sector que nos gustó desde siempre pero que era al parecer más caro. Hasta que nos dimos cuenta de que no. Tuvimos paciencia. Vimos los avisos en las tiendas -como una especie de mercadillos de urgencia- y llamamos por teléfono a hacer las citas. Varios cuatros estaban ya ocupados. Hasta que encontramos a Lee, un coreano, y su casa de alquiler, al lado de Putney, en un barrio hermoso llamado Wandsworth.

Una calle tranquila y espléndida nos tocó en suerte. Con una arquitectura de envidia y cerca de todo lo que necesitamos. Hasta de un centro comercial -regularete- mercado, cines, parque, pubs... Justo por 10 libras -como 40 mil- semanales más que en Morden.

Y aquí estamos. El cuarto es un poco más pequeño pero tiene dos escritorios y neverita incluida. En un segundo piso, encima del garaje que usa Lee para guardar chécheres, así que no le hacemos bulla a nadie. La casa es mejor, más amplia. La cocina es cómoda y el baño espacioso. Y además, con un patio precioso que esperamos disfrutar desde el primer día soleado de la primavera. Ya hasta sembré bulbos que han de retoñar en estos días y florecer en verano.

Desde aquí, a Clau le queda su universidad a unos 40 minutos. Y a los dos, el centro a una hora, más o menos. Y el Támesis a 15 minutos caminando y un paisaje de postal por todos lados, invitándonos a la calle.

Estamos felices en Wandsworth.



¡Nieve...lluvia con nieve!


Por fin nieve en Londres, en mi barrio, en Wandsworth, cuando ya se supone que entra la primavera.
Dicen que esta transición es más fría, más dura. Y parece a veces. Ha llovido casi todos los días, ha corrido un viento tenaz, frío, que tuerce los árboles y obliga a los transeúntes a caminar más rápido, casi a correr, o los frena, los detiene como si los amarrara del suelo.
La temperatura no sube de manera sensible. Se mantiene en un promedio de 2 a 8 grados. Los días son nublados, con momentos muy pasajeros de azul y sol, y las noches de luna heladas y despejadas, como para que nadie salga. Pero la gente sale. Apenas un día tuvimos un rato de 10 o 12 grados que se sentían como un paraiso.
Esta mañana a las 8:30 comenzó a caer la nieve. ¡Qué bella nieve! La que ansiaba ver, sentir sobre mi mano -que era lo único que me atrevía a sacar por la ventana. Nieve real, copos hermosos balanceándose en el viento que cambiaba de rumbo con suavidad o con fiereza.
¡Nieve delante de mis ojos! ¡Qué verraquera!
Pero sólo duró unos minutos.

martes, 18 de marzo de 2008

Londres, seis meses!

¡Seis meses en Londres! Qué tiempo tan elástico. A veces se siente largo por lo denso, por lo intenso, por lo diverso. Nunca por aburrido. Y con frecuencia se vive despacio, minuto a minuto, en el afán de no dejar escapar sensaciones ni permitir que se duerman los sentidos.


Esta ha sido una experiencia fuera de lo calculado. En casi todo. Quiero decir que la vida cambia en 180 grados. El paisaje urbano es una especie de imán que absorbe. La calle es cada vez una oportunidad para aprehender lo cotidiano, para certificar lo sabido, para comparar, para establecer diferencias. Lo cultural -tan gaseoso- entra por la calle. Y de igual manera se transforman el paisaje interior, la mirada, las sensaciones que se apretujan.


La vida íntima, detrás de las puertas de la casa, es semejante pero diversa. Las rutinas tienden a ser iguales, aunque a veces se rompen las costumbres y se repiensa lo propio. El desayuno, por ejemplo, existe en todas partes pero sus ingredientes y sus momentos y la manera de disfrutarlo o no es ya un mar de opciones. El aseo es una paradoja en la que todos parecemos tener la razón. El uso del teléfono es una compulsión, y la vida a través de los recursos de internet es otro universo.


Londres se siente -ella- como una especie de ciudad centro del mundo, ombligo, equidistante de todas las geografías. Esa es una de sus fortalezas. Además, es una urbe organizada, seria y en algunas cosas divertida, con una capacidad de oferta cultural que sobrepasa todo cálculo, pero donde todo está atravesado por el dinero. Londres tiene una personalidad que viene de su historia, de sus gentes, de sus calles, de sus placeres y de sus crímenes, así nos guste o no. Y hay que asumirla como tal, porque si no termina uno como todos aquellos que vienen aquí a tratar de reconstruir inútilmente su vida y sus costumbres de origen. Los guetos son pobres y limitados por eso. Porque cierran todas sus puertas. Y los ojos y los oídos y los dedos y las narices y las lenguas.


Un serio problema de las comunidades latinas aquí, incluida la colombiana, es que sus hijos llegan a la adolescencia y no han sabido adaptarse, no se interrelacionan con otras culturas, no comparten, no se abren al mundo. Aprenden bien el inglés en los colegios, pero hasta ahí. No se untan del resto. Tratan de vivir el gueto, de mantenerse en contra corriente en otro país, en otro tiempo, en otra ciudad. Y vienen los problemas.


Londres es una experiencia fuerte. Que estremece si uno se deja. Que cambia si uno ventila el cerebro. Que abre horizontes si uno deja de pensar que lo propio es lo mejor o lo único que vale la pena.


Londres es primavera ahora. Tímida pero llega. Y cada estación es hermosa y trae sus recompensas.


Qué tiempos ricos estos en Londres, qué días tan rápidos y saturados de emoción, pues en cada caminada se descubre algo, se mira distinto una calle, se revela una nación.

lunes, 17 de marzo de 2008

Brota la primavera



Está cerca el día oficial de la primavera. El 21 de marzo se termina el invierno -por lo menos en el calendario- y comienza la despaciosa retirada del frío. El sol, que ha sido bien tímido estas últimas dos semanas, aparecerá con más fuerza y su luz será más larga.

Ya no se siente tanto frío, aunque a decir verdad este invierno fue clemente. Y sobre todo, llueve, que es señal clara de otra estación llena de luces y de flores. Los parques y jardines de la ciudad ya se llenan de narcisos, los más madrugadores, y a los árboles comienzan a brotarles sus tallos. Botones apretujados que después van a ser hojas. Con una lentitud hermosa.

Llega la temporada del amor, de la luz, de la sensualidad, de calle, del parque. Y vamos a disfrutarla en cada pequeña rama verde y en cada flor deslumbrante.


lunes, 10 de marzo de 2008

Atrás queda Love Lane




En Morden estuvimos un poco más de cinco meses. Bastante tiempo, creemos.
Las distancias nos empujaron a salir. Hora y media hasta la Universidad de Kingston y dos horas hasta cualquier sector del centro de Londres, eran demasiado. Mucho tiempo y dos buses como mínimo. Fuera de ello, ese sector de Morden, por Greene Lane, es solitario. Agradable pero casi muerto. La ciudad y su ebullición están por otras partes. Por eso buscamos con paciencia hasta encontrar otra casa y otro cuarto en una zona llamada Wandsworth, cerca de Putney.

Morden fue una rica experiencia. La primera oportunidad de mirar y curiosear la ciudad. Y fue la ocasión de revivir una convivencia que no tenía yo desde mi éeeeeeeeeeepoca de universidad en Medellín, y Clau no había experimentado antes: compartir una casa con personas extrañas, ajenas, que nunca se han conocido. Pero fue una comunidad tranquila, respetuosa, con muchas distancias, quizás demasiadas. No hicimos amistades allí, pues cada uno estaba anclado en su cuarto, en su rutina, en su vida. Las conversaciones no pasaban de cinco frases.

De todos modos, la casa de Love Lane, en Morden, fue nuestra casa. Una de sus piezas -como decimos- fue nuestro cuarto, nuestro espacio. Allí la vida cotidiana se nos hizo apacible y amable. Ya queda en la memoria.

sábado, 8 de marzo de 2008

Adelanto de primavera



Al poco tiempo de llegado me tomé la libertad -no bien vista aquí según me dijeron después- de arrancar, en la calle, un piecito de una planta de flores que en Colombia llamamos campanita. La intención era sembrarla y verla retoñar en nuestro cuarto de Morden.

El matero de plástico, provisional, lo encontré abandonado en el patio de la casa y de allí tomé la tierra. Días después sembré otras pequeñas ramas de campanitas de distintos colores con la idea de que florecieran todas en la misma vasija.

En tres semanas, muy despacio debido seguramente al invierno, aunque la temperatura promedio del cuarto ayudaba, retoñó una. Poco a poco se fue poblando de hojas y la semana pasada, con parsimonia, le aparecieron las primeras flores. Primero botones minúsculos vesde claros, después rosados y finalmente rojos.

La primavera, que ya se deja ver anunciada por los narcisos en prados y jardines, se adelantó en casa. Ahora la planta florece en la ventana de nuestro nuevo cuarto en Wansworth.

martes, 4 de marzo de 2008

Sancocho de pescado donde Norelia




Norelia Álvarez, una entrañable amiga en Londres -que contactamos gracias a la mamá de Clau- me tenía amenazado con un almuerzo de cumpleaños. Diez días después de la fecha porque nadie podía antes. ¡Pero qué importa! Y allá estuvimos.

Bueno, en realidad acordamos que haríamos un sancocho de pescado...una delicia colombiana -aunque debe haber guisos semejantes en casi todo el mundo- y nos citamos en un mercado latino en Brixton para conseguir los ingredientes. Compró Norelia un pescado lo más parecido posible a un bagre, un pescado adicional para dejar todo el tiempo en la olla y una cabeza de salmón, encargada del sabor. Plátanos verdes, papas, yucas, guineos, cilantro, cebollas y tomates hacían parte del mercadillo. Arracachas no se consiguen. Hay una semejantes, que se llaman "parsnips", pero son dulces y aquí se las comen asadas.

Después, en su apartamento del centro, ubicado en un sitio privilegiado, poco a poco le dimos forma al sancocho y alegría al espíritu gracias a un vino tinto sudafricano delicioso que nos calentó por dentro y nos puso una sonrisa en el rostro del sábado primero de marzo.

Fue una reunión estupenda, cálida, de conversación fluida, de anécdotas y carcajadas.

Estuvimos presentes, para envidia de ustedes los lectores, Clau, Luisa, mi sobrina que estudia diseño gráfico y artes en Loughborough y vino especialmente para la cita, Estéban, sobrino de Norelia, Jacky, la hermana, France, la amiga de ambas y claro, yo.

Todavía me saboreo.

Cimarron! músicas afrolatinas



Cimarrón fue el nombre de un evento académico musical que acaba de realizarse en Londres, dedicado a las herencias músico-culturales de África en América Latina.
Ofrecieron conferencias, talleres y audiciones grabadas y en vivo, con entrada gratuita, en una ciudad donde todo es pagando.
Conferencias como las del doctor Peter Wade, de la Universidad de Manchester, sobre "Música, raza y nación: Música tropical en Colombia". Wade es antropólogo, especialista en el tema del mestizaje en la cultura colombiana.
Conferencia como la de Juan Carlos Malagón, musicólogo cubano residenciado en Londres, sobre "El origen del jazz: latino o anglo-sajón?"
Video como "Zapateo con clase", acerca de la danza afroperuana.
Talleres como el de percusión afroperuana, a cargo de Jim Le Mesurier.
Exposición y discusión como "Abosaos, lumbalús y patacorés: prácticas musicales afrocolombianas alrededor de la diáspora", de Michael Berembaum Quintero, de la Universidad de New York.
Y una fiesta tremenda al final, de la tarde a la media noche, en la que tuvimos oportunidad de escuchar en vivo músicas de Perú, Colombia, Venezuela, Cuba y Brasil, con un remate que nos puso a bailar: vallenatos, porros y cumbias clásicos.
La reunión latina en el Conway Hall fue una delicia. Y una oportunidad para el disfrute y la mejor
de las nostalgias.