lunes, 5 de noviembre de 2007

Esta casa es un caso

Llevamos como mes y medio aquí en 48 Love Lane, y estamos bien lejos de conocer los vecinos de la casa.



En el segundo piso hay tres cuartos. En el más pequeño vive "Oscuro", de cuyo nombre no estamos seguros y por eso le decimos así. Sabemos que es africano, de Ghana, pero tampoco tenemos idea en qué trabaja. Se viste de sport, a veces medio rapero sin lujos, y es un hombre no propiamente alto pero acuerpado, de facciones pulidas y callado. Apenas saluda a quien se encuentra camino al baño o a la cocina y se encierra como un monje a escuchar música hip-hop, y a ver televisión. Por fortuna, utiliza un volumen muy moderado.
Pero en lo que no tiene consideración es en la cocina: deja todo salpicado y no limpia. Y chorrea el baño, dos veces a la semana por esta época, cuando se da una ducha. Sabemos que come pescado frito y pizza que trae o pide por teléfono, y los fines de semana hace arroz blanco que después combina con carne de res o pollo cocinados en pasta de tomate en cantidades industriales.



En el otro cuarto vive "Claro", de quien tampoco sabemos el nombre. Y lo mismo: apenas saluda entre dientes cuando se cruza con alguien en el camino. Es separado y los fines de semana trae dos niñitos, como de tres y dos años, que a veces hacen su respectivo berrinche pero con moderación. "Claro" los saca en su carro -un BMW viejo pero bien tenido- que estaciona al frente de la casa todo el tiempo. Les compra cosas y les carga los juguetes y bien, los jonjolea con entrega.

Por lo blanco y por el acento, Clau dice que debe ser irlandés o escocés. No tenemos ni idea ni le vamos a preguntar por ahora. Yo, personalmente, apenas medio le entiendo alguna frase, de las pocas que dice, pero en general me deja mirando para el techo. No utiliza la cocina sino para lavar trastos, pues come enlatados en su cuarto; lo mismo los niños. Trae enlatados al por mayor del supermercado. No lo sentimos escuchando música. Mantiene el televisor prendido y la mayor parte del tiempo juega a los carros de carreras en su tv.



En el otro cuarto, el mejor del segundo piso, viven los dos colombianos. El tipo se la pasa ahí en la semana, en general, aunque a veces sale a caminar un rato o a traer algo que les hace falta. En las noches, espera a su esposa en el paradero del bus o del tren -si no está lloviendo, claro-. El fin de semana casi siempre salen juntos después del medio día y vuelven en la noche. Son como tranquilos, mantienen un computador prendido, en el que gorrean internet inalámbrica, escuchan música y ven algunas cosas de la televisión gratuita por internet, que es remala.



Ellos sí utilizan la cocina -se adueñan de ella durante el día- y el patio para extender la ropa. El tipo mayor cocina mientras la mujer va, al parecer, a la universidad. Fue lo que dijo recién llegada. Después les cuento en detalle lo que cocinan y comen, que no es gran cosa, por demás. Hablan español y aunque nadie sabe dónde exactamente queda Colombia, todos tienen claro que son latinoamericanos.

Y en el primer piso, en el mejor cuarto de la casa, que resultó de unir la sala y el comedor, viven dos albaneses -sí, de Albania, un país que hizo parte de la por fortuna ex Unión Soviética-. Hablan un idioma incomprensible, como todos los de las naciones balcánicas, que nosotros llamaríamos albanés, pero que ellos llaman sish, o algo así. Se defienden lo básico en inglés y son formales aunque también viven encerrados. Y se entiende porque en la casa no hay espacios comunes distintos al baño o a la cocina. Saludan más afablemente y añaden algún comentario. Cocinan sus cosas y tragan que da miedo.

No sabemos sus nombres. Nos damos cuenta por la correspondencia que tienen nombres de origen latino con consonantes adicionales al final, y apellidos de la zona. De la de ellos, obvio. Son blancos, no tanto como los ingleses, de cabello oscuro y contextura media.
Bueno, este es el zoo de la casa 48 Love Lane, en Morden. Cada quien en su jaula, haciendo su vida, armándola, sin irrumpir en la de los vecinos. Ni lo mínimo.

1 comentario:

escenaenelmar dijo...

Yo también conozco a los dos colombianos, creo que alguna vez por cuestiones del azar me los topé en el camino. ¡Qué suerte tienen de haberlos encontrado!