Señora Jackson, mis respetos. Viene usted esta tarde, ya de noche en Londres, a recordarme su legado. Enorme además. Y yo la recuerdo a usted también desde hace muchos años en Bogotá, cuando una noche en casa de Francisco Yepes la escuché cantando unos gospel tremendos, herederos de la más cálida y contundente música religiosa negra en Estados Unidos. Desde esa vez la amo, señora Mahalia.
Lástima que se nos haya muerto hace ratico ya. Pero tenemos la suerte de conservar su música, su queja perenne, su voz de trueno, su capacidad de revolcarnos por dentro. Y ahora que la escucho en “Summertime”, debo reconocer que usted lo hizo muy bien con el jazz, en su estilo, claro. No había género vedado para usted. Pero en el gospel, como ya dije, en el soul, en el spiritual y en el jazz, usted estuvo esplendorosa, llena de gracia y de fuerza.
Por eso la recuerdo y la llevo conmigo, para siempre. Gracias sinceras entonces por su legado.
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