miércoles, 10 de diciembre de 2008

Navidad, pierna arriba


Esta navidad que ha comenzado ya, siempre antes de tiempo, me va sacando, haciendo evidente, el niño que llevamos dentro, según dicen los conductistas. Sea lo que sea, el niño, los recuerdos, las sensaciones, las imágenes, los afectos o todo ello junto como en un ramo de rosas secas, se va poniendo sobre la piel, va tomando su posición y me va predisponiendo al mundo nuevo, al ambiente de fiesta, a la celebración por dentro primero para que puedan aflorar estados de ánimo únicos en el año.

Navidad que esta vez, por segunda oportunidad consecutiva en Londres y lejos de todos aquellos a quienes quiero –aunque por fortuna está Clau aquí conmigo, o yo con ella quizás- apunta a una especie de remembranza colorida pero proclive al suspiro profundo, a la nostalgia, esa que yo le reclamaba con palabras casi molestas a Darío Ruiz cuando le daba por hablar de ese tema en su columna de El Mundo, por allá a comienzos de los 80.

Navidad que en estas latitudes se vive con cierto aire frío por el invierno, blanca, sutil, marcada por el consumo y ahora por la crisis. Navidad que me va pierna arriba y que no sé si me hará quebrar la respiración. Mientras tanto, los pienso.

Ya les contaré.


1 comentario:

X. dijo...

Carlos Uribe, qué raro encontrarlo por estos lados. Usted fue profesor mío, aunque es posible que no me recuerde. Da igual. Es divertido toparse con personas, casi que fortuitamente, en la red. Es bastante difícil también.
Respecto a la navidad: odiarla es inoficioso y por lo general implica un gasto innecesario de calorías. Aunque no puedo reconciliarme del todo con el espíritu navideño, me encantan las lucecitas. Creo que cuando tenga la edad suficiente para ponerme nostálgico adquirirá un valor agregado.
Cambio y fuera.