viernes, 23 de mayo de 2008

Verano a la fuerza




Londres no le hace caso al mal tiempo. Continúa su vida como si nada.
Pero lo que me deslumbra es que al menor asomo de "Jaramillo" cientos y miles de londinenses salen a los parques -que no plazas- en camisillas, bermudas, pantalonetas, falditas, shorts, chanclas y vestidos de playa a darse un baño de sol. Como quien dice si soportaron estoicamente el final del otoño, el pleno invierno y la primera parte de la primavera, fríos, no perdonarán en adelante los tímidos avances del verano.
En la calle ve uno, entonces, esa larga categoría de personas de todas las edades y condiciones, vestidas según su propia percepción del estado del tiempo. Desde los que aún se sienten en invierno, de abrigo, bufanda y botas, hasta el extremo opuesto de quienes se sienten en una playa tropical, cálida y ajena a las ropas y a las ceremonias.
Londres no le para bolas al estado del tiempo. A su rutina de rebaños hacia el trabajo, de oficinistas fumando en las calles, de ancianos arrastrando su carrito de cargar chucherías, va unida la feroz caravana de recién llegados, negociantes y turistas que desentrañan con cara despistada y a la carrera, con la ayuda de mapas que al principio parecen al revés, los laberintos interminables de una urbe de mil novecientos sesenta y cinco años.

2 comentarios:

STiRER dijo...

Y ud a que rebano pertenece?

caruri dijo...

No entiendo tu pregunta, Famine...
Si es irónica, no cumple su cometido. Si es antropológica, necesitaría precisiones.
Gracias.