sábado, 10 de mayo de 2008

Mis respetos, señora Vaughan




Sarah Vaughan tiene una voz que paraliza. Deja perplejo. Y digo tiene no porque esté viva aún –murió en abril del 90- sino porque sus interpretaciones conservan, afinados, los mejores rasgos de un jazz inmortal. Y eso que no me gusta esta palabra.
Se queda uno sumido entre la fuerza y la delicadeza de La señora Vaughan, para usar un dualismo contradictorio. Ella canta jazz con sapiencia. Quiero decir que sabe lo que hace, domina el oficio y le pone ese swing indispensable al jazz, muy de la cultura negra, que es la expresión externa del sentimiento, de lo visceral por entenderlo de otra manera.
La señora Vaughan, aclamada, respetada, laureada, es para mi un punto intermedio entre la capacidad académica y perfecta de Ella Fitzgerald y la capacidad interpretativa, conmocionante, de Billie Holiday. Y no es que se deje apabullar por ellas. Para nada. Las equipara.
Si usted quiere tener las mejores grabaciones de Sarah Vaughan, busque las del sello Roulette, que pertenecen al periodo 1954-1959. Y las más apetecidas son aquellas en las que estuvo acompañada por el pianista Jimmy Jones, por el contrabajista Joe Benjamín, y por el baterista Roy Haynes. A veces tocaba con ellos el trompetista Clifford Brown. También los entendidos aprecian sobre manera los discos que grabó Sara Vaughan para el sello Pablo, dedicados a la música de Duke Ellington.
La señora Vaughan es una experiencia siempre emocionante.

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