lunes, 23 de marzo de 2009

El remanso de Jose y Alonso




Salir de San Francisco, una ciudad no solo hermosa, conservada, atractiva, sino también con carisma, fue nostálgico. Y despedirnos de Mae y de Josh, en el aeropuerto, fue lo más difícil. Pero es el precio que se paga por las visitar a quienes amamos. Así suene a lagrimeo. Porque verlos bien contentos con su vida, organizados y con planes, fue lo mejor de esta experiencia.

Llegamos al otro día por a mañana -25 de febrero- a Charlotte, en Carolina del Norte, y unas horas después a West Palm Beach, en La Florida, donde nos esperaba Jose.

Compartir con ellos más de una semana, fue estupendo. Mientras Alonso trabajaba, Jose vivía pendiente de nosotros. Su apartamento era un remanso, un espacio armonioso que nos llenaba de tranquilidad en este largo y ansioso viaje de regreso a casa. Pero no era todo. Patricia, Mario y Olga también estaban pendientes, atentos, llenos de afecto y de detalles. Estar con todos ellos, por turnos, salir a conocer de la mano de Jose y Alonso, participar en los almuerzos de Mario, acompañar a Patricia, acariciar a Machi y jugar con Whisky, resultó una especie de ocasión especial para la conversación, para la charla extendida y sincera que da pie al afecto.

 

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