A pesar de que el gobierno de Brown no quiere aceptar de frente que la recesión es ya notoria en el Reino Unido, muchas familias -y no solo las grandes empresas- sufren las consecuencias.
Las hipotecas reventaron ya a muchos, pues el valor de las casas ha subido alrededor de 1.200 libras cada mes. Los avisos de arriendo y de venta de propiedades congestionan visualmente muchas calles, y la oferta, por consiguiente, es importante.
El problema tiene muchos ángulos. Primero, confiados en la fuerza de la economía más poderosa de Europa, los negociantes inmobiliarios y los bancos -con un gobierno como el de Blair que se hacía el de la oreja mocha- hicieron crecer exageradamente el valor de las propiedades. Pero todo ese andamiaje en parte se les ha venido encima. La otra parte del andamiaje ahoga a la gente.
Muchas familias no alcanzan a pagar sus hipotecas, entre otras porque están unidas a otro tipo de deudas. Como entre nosotros, el sistema económico de las familias promedio está montado sobre las deudas. Si la economía marcha en forma, todos tienen con qué pagar. Si hay recesión, como ahora, el servicio de la deuda se detiene y llega la crisis.
Se ha revelado, por ejemplo, que
- más de uno entre cada diez británicos ha tenido que prestar dinero para poder pagar la renta o la hipoteca en los últimos doce meses.
- tres de cada diez han tenido que mermar la compra de comida, y uno de cada once han suspendido la compra de nueva ropa para los hijos.
- uno de cada cuatro ha sufrido estrés severo o depresión, y
- uno entre doce ha revelado que el pago de los servicios e impuestos ha sido un problema.
Los expertos están preocupados por la situación, pues no solo se siente flaquear la economía doméstica en el país sino que se afecta peligrosamente la vida y la salud familiares.