
martes, 23 de septiembre de 2008
Migue, el irremplazable

Notícula - Adios a las tareas

Un debate que lleva varios años en Gran Bretaña, y dentro del cual las instituciones educativas van tomando posición, empieza a materializarse: Varios colegios prestigiosos han acabado con las pesadas tareas en casa en vista de que deprimen a los estudiantes y generan efectos perjudiciales.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Londres...un año ya
Londres, a un año, es la misma y otra. No le pongo misterios. Lo que pasa es que la ciudad, la experiencia cotidiana en ella, es semejante en muchas cosas a la de los primeros días, hace un año ya, y en otras resulta hoy completamente distinta.
El ansia y la necesidad de conocer, de ver, de retener los detalles, y de orientarse, hacían intensos esos días. Salir era una excursión hacia lo desconocido. Queríamos viajar solo en bus para sentarnos en la primera fila del segundo piso y tener al frente ese mapa inacabable de avenidas curvas, de casas a la vez semejantes e individualizadas, de construcciones antiguas y majestuosas, de calles bien señalizadas, de tráfico con el mínimo caos posible, comparado con el de nosotros.
La ciudad desde los buses
Tomábamos muchas fotos desde los buses, pues entre otras esa altura permite mirar la ciudad desde otro ángulo, casi con otra óptica. Tanto es así que cuando uno camina por calles ya transitadas, a veces no las reconoce. Todo parece diferente.
Fuimos conociendo y familiarizándonos con la ciudad desde las ventanillas de los buses. Aunque el centro, el gran centro, lo que aquí llaman “la city”, lo fuimos enfrentando a pie. Así toca. Para registrar todo despacio, para permitir el asombro y el placer de mirar con detenimiento, con emoción.
Pero el deslumbramiento fue pasando. Como todo. Cambió con lentitud hacia la mirada crítica, hacia la comparación. “Aquí, esto; allá, aquello”. Somos bien distintos a los británicos pero la vida aquí le ayuda a uno a entender por qué somos así, por qué pertenecemos a la llamada cultura Occidental, pues no es un asunto de mera geografía. Y claro, también le deja en claro en cuántas cosas nos diferenciamos.
La etapa de la balanza
Así que llegó meses después la etapa de la balanza. En la que perdemos constantemente, desde el punto de vista de la organización social, de la presencia del Estado, de la educación y la cultura. Y otras cosas en las que no me voy a detener ahora.
Y la da a uno envidia y desazón. Porque en medio de semejante despelote en el que anda nuestro país –aunque aquí también haya crisis y muy severas- no parece haber una salida relativamente seria, consistente y rápida. Me refiero a que en una nación en guerra, donde las prioridades del gobierno se concentran ahí, la consolidación de la economía, la educación, la salud, la investigación, la vivienda, la cultura, en fin, todo aquello que define la vida individual y social, las soluciones vienen a paso de tortuga mientras la corrupción y el afán desmedido por el poder pescan en río revuelto.
Por fortuna, fuimos entendiendo que había que sacarle provecho a la estadía en esta ciudad. Conocerla mejor, recorrerla, visitar sus lugares representativos. Y por supuesto, ir a los eventos públicos gratuitos –aunque aquí la mayoría de cosas son pagando-, tomarse una cerveza en algunos de los cientos de pubs, conocer sus mercados, recorrer los almacenes “ícono”, comparar los barrios elegantes con los medios y los populares, caminar, preguntar, tomar café en tantos sitios agradables y comprar a veces papas fritas en McDonalds.
De Morden a Stockwell
Ya no sentimos temor ni nos da susto perdernos, porque todavía sucede. Esta ciudad no parece acabarse. Al principio, los primeros cinco meses, vivimos hacia el sur-occidente, a dos horas del centro. Hoy nos parece una barbaridad. Pero el afán de conseguir un cuarto relativamente cerca de
Después nos fuimos para Wandsworth, un sitio intermedio, a una hora del centro, de barrios hermosos de comienzos del siglo XX. Pero allí la convivencia fue difícil al final de los tres meses que alcanzamos a estar porque casi todos los inquilinos sentían ser los únicos en la casa. Los demás no existíamos.
Y hace tres meses largos estamos en Stockwell, al lado de Brixton, una zona movida, mezclada racialmente, con mala fama en ciertos sectores por asuntos de drogas, pero que nos ha parecido bien, sin riesgos de ninguna clase, y a escasa media hora del centro. Peggy y su marido Sean nos han hecho sentir bien y sus gatos ya se acostumbraron a nuestra presencia. Es más, los que son más caseros –pues la mayoría permanecen en el patio- nos buscan para que los consintamos.
Turismo endiablado
Londres es una ciudad de un turismo endiablado para nosotros. Siempre, haga sol, llueva o truene –y aquí truena muy poco, la verdad- hay gentes de todo el mundo en las calles del centro, las más turísticas pues son las más relacionadas con la historia, con las artes, con el comercio y con los hoteles y restaurantes. Dicen que se hablan aquí alrededor de 200 idiomas. ¡Qué tal!
Da gusto ver que todo el mundo se toma fotos, que todos llevan cámaras digitales a la vista, portátiles en maletines marcados, joyas y relojes finos, y nadie se preocupa. No existe esa clase de ladrones. Da gusto ver (jajajaja) que todo el mundo se despista igual que nosotros antes, que consultan sus mapas, que preguntan en el inglés que pueden. Da gusto ver las caras diversas, las vestimentas, las actitudes, pero también el respeto de unos por los otros.
Un año que se ha ido rápido, a toda, y que nos ha deparado muchos momentos ricos y hasta hartos a veces, de los que con seguridad hablaremos algún día cercano.