Antes hay que decir que desechamos la buena idea de alquilar un apartamento o un flat, porque cuestan una fortuna al mes. Apartamentos a partir de 800 libras y flats desde 600, más servicios, impuestos, etc. Así que tocó un cuarto. En otras palabras, compartir un apartamento o una casa y “esperar” quedar en buena compañía.
Los avisos que aparecen en Internet tienen un problema: hay que pagar para tener respuesta, o si uno puede escribir, la gente se demora mucho en responder. Los demás avisos de los cuartos se publican en periódicos de compra-venta de bienes raíces, al final, y apenas unos cuantos; los que pueden pagar. También en periódicos especializados en avisos clasificados, que se consiguen como a 1.50. Y en vitrinas de charcuterías, restaurantes de jóvenes y en bares.
Y aquí empieza el asunto. Pues hay que ubicar en el mapa la dirección, a ver si queda cerca, si está dentro del área en la que uno se mueve, y luego llamar. Los teléfonos para estos casos casi siempre son celulares y están apagados. Entonces toca dejar un mensaje de voz y esperar a ver si responden. Y así. Clau conoció en la U a una pareja rumana que había visto más de 30, sin hallar nada decente. El que más les gustaba al final fue el primero que vieron, pero cuando llamaron ya estaba arrendado. Lo que sucede es que el cuarto que le gusta a uno vale mucho más de lo que puede pagar, o que se encuentra con cada horror...
Nosotros vimos uno, el primero, en Kingston, que resultó un fiasco. Por 120 semanales. Grandecito, es verdad, pero sucio, con los muebles acabados, el colchón y el tapete podrido. Después, otros que nos interesaron ya estaban ocupados. Hasta que nos dimos cuenta de que sobre la zona de Kingston había mucha demanda concentrada y nos fijamos en zonas cercanas, como Wimbledon. Estuvimos a punto de rentar uno por aquí cerca. Un buen sitio, sin que fuera nada del otro mundo. Pero la dueña se enojó porque nos demoramos para llamar y decidió no contestar el teléfono. Cuando alquilemos uno se lo mostraremos.
El resumen es que uno va y viene, hace citas con dificultad, trata de entender entre los acentos de cada región –del país y del mundo-, gasta en llamadas, espera, tiene qué decidir rápidamente si sí o no, y debe estar dispuesto al final a pagar por adelantado, claro, y a dejar un depósito que puede ir entre dos semanas y dos meses del valor del arriendo.
Mientras tanto, a pagar un hostal, como en nuestro caso. Pero no nos quejamos a pesar del estrés y de la ansiedad que lo va agarrando a uno en este proceso de acomodamiento. Ya nos lo habían advertido; es parte del juego.