domingo, 27 de julio de 2008

Afiches para conservar


La inauguración de Blisters on my Fingers estuvo chévere. El sitio, en el norte, es la sala de exposiciones y actividades variopintas de un grupo de artisas gráficos e impresores, ya reconocido. Es una especie de taller de mecánica viejo, que guarda detalles preciosos de su primera vocación, y que recoge un mobiliario alternativo que a veces logra salones de estar y a veces escenarios de fotografía y video. De hecho es todas esas cosas.
Allí fue donde mi sobrina Luisa expuso su afiche, junto con otros 34 grabadores seleccionados en una convocatoria por internet. Ella estaba radiante, claro. Satisfecha. Era la única latinoamericana.
Recorrimos despacio la muestra, observamos con detenimiento -hasta donde la gente dejaba- lo que más nos interesaba, tomamos fotos y nos bebimos muy despacio una cerveza polaca.
Ahí les dejo el link por si quieren ver todos los afiches: http://www.printclublondon.com/shop_blisters2.php

Banksy de un día



Banksy es el más famoso grafitero de Londres. Tiene prestigio internacional. Pero pocos lo han visto y menos lo conocen. Trabaja en horas insospechadas, en lugares que escoge con ojo de lince, con técnicas que le envidia más de un artista gráfico.
Se dice que es moreno, de complexión mediana, y siempre mantiene medio tapada la cabeza cuando pinta. Hace dos meses hizo parte de una muestra curiosa y contestataria en la zona de Waterloo, donde hubo desde grafitis hasta instalaciones, y recientemente parecía en receso. Hasta que esta semana apareció una obra suya, de cinco pies de alta, en un muro cercano a las oficinas de la alcaldía local de Wandsworth.
En el grafiti de Banksy se vía al famoso Hardy, de la conocida y vieja serie de películas de Laurel and Hardy, con su sombrero típico, sonriente, pero vestido con uniforme de la policía londinense y armado de tremendo fusil. La nota la publicó el periódico thelondonpaper en la página 5 del jueves pasado. La foto se las envió una lectora, Mary Taylor, quien les dijo que la había tomado por la mañana del miércoles y que por la noche ya no estaba. Podrán ver.

Por acusar gratis...



En cierta forma resulta frecuente en el UK que algunos periódicos sensacionalistas deban rectificar informaciones y pedir disculpas públicas a los ofendidos, por orden de los jueces. Incluso se dan casos en los que esos diarios deben pagar multas no al Estado sino a quienes han sido objeto de afirmaciones falsas y perjudiciales.
Pero lo que sí tiene preocupados a muchos de tales medios, y que de paso propicia múltiples debates en y alrededor de la prensa, es el de Max Mosley, presidente de la organización Fórmula 1, pues el News of the World lo acusó de ser un nazi, de promover tales valores y disfrazarse de militar alemán en sus juergas sadomasoquistas.
Un juez falló esta semana en favor de Mosley. El diario, del grupo al que pertenece The Times, deberá ofrecer disculpas al empresario y pagarle nada menos que 60 mil libras -unos 115 mil dólares- pues el juicio determinó que Mosley hacía diabluras en su vida personal, en espacios privados y con adultos capaces de decidir, y que de ninguna manera estaba promoviendo valores nazis. Y vienen otras demandas.
Así que The Times reflexionaba en su editorial del viernes sobre ello y llamaba a la cordura editorial, a la ética, a la necesidad clara de tener los respaldos indispensables antes de acusar a alguien.
¿Y entre nosotros?

martes, 8 de julio de 2008

Blisters on my Fingers


35 artistas
35 afiches en screen
35 ejemplares de cada uno
35 libras esterlinas su precio unitario.
Esta exposición, convocada por internet y seleccionada por expertos impresores y galeristas, se inaugura este viernes en Londres y estará abierta tres días.
Lo más interesante -para nosotros- es que Luisa Uribe Uribe, mi sobrina que realiza un MA en artes y diseño en la Universidad de Loughborough, fue una de las seleccionadas.
La exposición fue idea de Printclub y se llama, precisamente, "Blisters on my Fingers".
Entre los ya consagrados que hacen parte de los 35, están Pure Evil, Jon Burgerman Eine, Andrew Rae, Studio Oscar, Jenny Bowers, Steve Wilson , Jody Barton y Rosestalaard.
Detalles en www.printclublondon.com

jueves, 3 de julio de 2008

Nuevo cuarto en Brixton





Finalmente dimos con la casa de Peggy Dobbs, en Brixton, un sector de inmigrantes a media hora del centro.

Es una casa limpia, bien tenida, agradable. Ellos, la pareja Dobbs, viven en el “ground”, o sea lo que es para nosotros el primer piso. Y en el primer piso hay tres cuartos donde vivimos nosotros –los Uribe/Vásquez- y otros dos inquilinos. Uno inglés, que se llama Stewart, y otro, Richard, al parecer de Europa Oriental.

Hay tranquilidad, no se escuchan carros, pues estamos a unas cinco cuadras del sector movido, nos acomodamos en un cuarto que tiene ventana al jardín, donde hay matas bien cuidadas y flores diversas, y donde viven apaciblemente 6 gatos adultos. Porque adentro, en la sala de los dueños, juegan aún su infancia dos meninos de dos o tres meses que Peggy rescató de un sitio donde los maltrataban.

Los gatos no entran a los cuartos ni a los baños y están muy bien cuidados. Son lindos y consentidos y, como se imaginarán, ya se nos acercan casi todos y nos piden las caricias de rigor. Y a nosotros no nos tienen que rogar mucho.

Llevamos una semana donde Peggy y Sean. Bien queridos y respetuosos. Estamos amañados y aún nos damos golpes por ahí en las esquinas, contra los muebles, porque no tenemos el dominio del espacio todavía.

Aquí sí podremos esperarlos mejor. En serio.

Búsqueda frenética...


El último almuerzo en el jardín, con Luisa.

Anotamos en una libreta las direcciones de los opcionados y conseguimos las citas para ver los cuartos. El problema es que los mejores estaban en manos de intermediarios que cobran por mostrarlos, y que los otros quedaban en sitios lejos del centro, a mucho tiempo en bus, es decir, a más de hora y media.

Vimos de todo. Desde huecos sucios hasta espacios decentes pero pequeños, estrechos para dos. Incluso nos tocó ir a ver un cuarto con otros aspirantes, pues todos fuimos citados a la misma hora por el “landlord”. Subimos detrás de él –otro coreano- a un segundo piso en un edificio descuidado. “Desde el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo” decían los mayores. El tipo tocó la puerta correspondiente en un apartamento pequeño y relleno de cuartos, es decir, sin sala ni comedor. Y el muchacho inquilino le contestaba desde adentro que no podría abrir. El coreano insistía e incluso trató de abrir la puerta con su llave. Pero el ocupante reveló que no abriría porque tenía compañía. Y todos soltamos la carcajada. El coreano parecía no entender e insistía. El inquilino añadió que estaba tratando de apurarse. Y más risas. Hasta que el muchacho medio abrió la puerta, sacó la cabeza, nos pidió disculpas y dijo que no le habían avisado. Obviamente, todos nos fuimos de allí en medio de risas maliciosas y maledicencias contra el coreano.

Se fue oscureciendo la casa

Floreció justo días antes de irnos de Wansworth. Sembrarlas fue un choque con Lee.


Hace ocho días cambiamos de cuarto por tercera vez.

Los trasteos son hartos cuando arrastran incertidumbres Y uno aquí, en esta ciudad y en esa materia, no está seguro nunca. La oferta es grande pero los precios son altos, extremos para las economías hogareñas del tercer mundo.

Nos fuimos aburriendo en la casa de Wandsworth sobre todo por la cantidad de gente y la presión sobre los baños. Diez personas para dos “toilets” y una ducha. Y por la actitud grosera de la pareja de japoneses, del par de polacos –todos en el

segundo piso con nosotros- y con ciertas actitudes mandonas del “landlord” o administrador de la casa, Lee, el coreano.

Eso coincidió con que Sabela, la amiga española, pensaba quedarse en Londres hasta diciembre. Incluso, con que otras estudiantes españolas, mas Andryo –el compañero indonesio- podrían sumarse a nosotros para buscar entre todos una casa. Esa fue la primera idea. Así tendríamos nuestras propias reglas.

Pero los planes se fueron desbaratando. Sabela se fue para Galicia porque se presentó a una convocatoria para trabajar como cooperante en Bolivia y quiere estar en casa este tiempo. Y sus amigas se dispersaron. Y Andryo no quería vivir muy hacia el centro. Le gusta cerca de la Uni, por Kingston. Así que, como le habíamos avisado a Lee que nos íbamos, nos tocó volver al plan inicial de buscar un nuevo cuarto, ya con pocos días disponibles.