martes, 29 de enero de 2008

Notícula - Clases de cocina obligatorias


Como la obesidad es un serio problema de salud pública en el Reino Unido, el gobierno puso en marcha dos medidas nuevas, para que ayuden a mitigar los excesos: los estudiantes de secundaria deberán asistir a clases obligatorias de cocina sana, y los adultos que logren metas relacionadas con la rebaja de sobrepeso, recibirán incentivos económicos.

Para lograrlo, se ha destinado un presupuesto de 372 millones de libras, unos 780 millones de dólares, pues "abordar la obesidad en los adultos de mañana requiere ganarse el corazón y la mente de los jóvenes de hoy", dijo Ed Balls, secretario de la Agencia Nacional que maneja todo lo que tiene que ver con la infancia, las escuelas y la familia.

Las 2011 escuelas de secundaria del Reino Unido deben ofrecer clases de cocina obligatorias. Los primeros en recibir los dineros deberán hacerlo desde finales de este año y los demás tienen plazo hasta el 2011. Balls explicó que "saber cocinar es una cualidad capital en la lucha contra la obesidad, que permitirá a las futuras generaciones comprender los asuntos de la comida, la dieta y la nutrición".

Ya la Agencia que preside Balls ha entrenado más de 100 profesores y ha dotado de todo lo necesario a varios centros educativos. Y como si fuera poco, ha invitado a los ciudadanos a hacer sus aportes, para lo cual ha dispuesto un buzón de correo al que pueden enviar sus recetas de comida sana: getcooking.consultation@dcsf.gsi.gov.uk

Sin embargo, tanto más interesante es que el plan sale de las escuelas y obliga al Estado a realizar una campaña publicitaria de fondo y a las ciudades a acoger un plan de vida sana, a través de un entorno arquitectónico y urbano apropiado que promueva la actividad física.

Finalmente, el Estado compensará económicamente a quienes lleven un estilo de vida saludable. Entre las fórmulas se prevén premios en efectivo a quienes rebajen peso bajo la vigilancia de los médicos, e incluso bonos para reclamar en mercados artículos alimenticios que estén en consonancia con estos propósitos.

"Luchar contra la obesidad es el reto de salud pública y personal de mayor importancia al que se enfrenta nuestra sociedad", recalcó Balls.

viernes, 25 de enero de 2008

La luna, de lado

Mitad de invierno, pero no importa. Ello no impide días de sol y viento frío como el de hoy viernes, ni que la luna salga por donde acostumbra, de lado, amarilla y grande.

El invierno en esta ciudad no trae la nieve. Para verla habría qué ir al Escocia o a Irlanda. Aquí predominan el cielo gris, cerrado y el viento fuerte. Pero tenemos por lo menos dos días soleados a la semana, helados eso si, de esos que permiten rememorar los tiempos cálidos del trópico. Y es cuando aprovecha esa luna de cuento infantil que gira sin lograr la parábola completa, medio escondida entre los edificios y los árboles, jugando a la foto y sacudiendo la indiferencia de los transeuntes.

Pobres poetas que ya no pueden hablar de ella en sus poemas, de pura pena porque su nombre -el de ella- permanece en el diccionario de los lugares comunes por orden de los críticos.








viernes, 18 de enero de 2008

Notícula - Bajaron ventas en diciembre


Las ventas de mostrador durante el mes de diciembre cayeron en el Reino Unido al nivel de hace trece años. Los más afectados fueron los almacenes no especializados, que sufrieron una baja del 4.3 por ciento, la más grande desde febrero de 1994. El total de estas ventas, en los dos últimos meses del 2007, cayó 0.4 por ciento. Y solo los almacenes de alimentos alcanzaron en diciembre un incremento del 0.1 por ciento.
Las ventas al menudeo a través de Internet fueron la excepción más destacada. Aumentaron el 4.4. por ciento, el más importante crecimiento del sector desde octubre de 2006.
Entre octubre y diciembre pasados el comercio de alimentos creció el 0.3 por ciento, mientras los almacenes no especializados o generales vieron bajar sus ventas en 1.6 por ciento, la cifra más baja desde julio de 2005.
El total de ventas al detal, cada semana de diciembre en el Reino Unido, fue de 6.8 billones de libras, alrededor de 14 billones de dólares (14 mil millones de dólares). Esa suma representa un aumento de 1.4 con relación a diciembre de 2006.
La Oficina Nacional de Estadística estimó que el comercio al detal solo crecerá alrededor del 1.8 en este año, en comparación con el 3.2 por ciento que se incrementó en el 2007.

lunes, 7 de enero de 2008

Lopera, en paz

Para Aura y Laura.


A Luis Alberto Lopera Restrepo lo vi por primera vez en Medellín, en enero del 79, unos tres meses antes de la circulación del periódico El Mundo. Estaba recién egresado de la carrera de comunicación social-periodismo de la Universidad de Antioquia, había sido seleccionado para hacer parte del equipo fundador del periódico y le sobraba el entusiasmo.

A Lopera, mi amigo, lo vi por última vez a finales de agosto del 2001, en su apartamento de Bogotá, donde yo viví el último mes en esa ciudad antes de irme a Medellín a trabajar en la Universidad de Antioquia, a la misma facultad de la que él había egresado. Por ese viaje definitivo, yo estaba ansioso.

Lopera fue un periodista destacado en El Mundo. Y a base de vernos todos los días, de discutir sobre la profesión, de enfrentar los múltiples retos de una empresa naciente y de compartir aguardientes por las noches –y de muchas otras cosas de la vida cotidiana- terminamos siendo muy buenos amigos. Como lo era él entonces de Alonso Mejía Restrepo, otro compañero que pocos años después terminaría con su vida en un accidente vehicular en una carretera veredal en Andes, Antioquia, también en una navidad.

Recuerdo cuando un domingo por la mañana me llamó Lopera a mi apartamento en Bogotá, cuando ya los dos nos habíamos marchado de El Mundo ante la fatiga de mucha exigencia y poca retribución, a decirme con voz quebrada que Alonso se había matado en Andes. Ese día estuvimos juntos en mi casa y nos mirábamos a la cara, atónitos.

Lopera trabajó como jefe de redacción en el Ciep, una agencia de prensa de El País, en Bogotá, dirigida entonces por Jorge Téllez. Yo lo había sugerido para ese cargo. Y después pasó a ser editor de la Revista Negocios, hoy desaparecida y antecesora de Dinero y otras por el estilo, cuyo director era Emiro Aristizábal. Lopera se entregó a esa publicación con alma, vida y sombrero, como decimos.

LA HISTORIA DE SU VIDA
Vivía solo, pues ya estaba separado de Amanda Rodríguez. Su apartamento era un primer piso de una alcoba, austero como el de un monje benedictino, en la séptima con cuarenta y pico. Allá lo visitaba yo de vez en cuando. Charlábamos interminablemente, de todo, pero siempre alrededor del periodismo, sin remedio ni nostalgias, hasta que le veíamos el fondo a la botella.

En esa época del apartamento de la séptima, Lopera se mantenía aferrado a una historia impresionante, hermosa, sobre la que mantenía una paciencia sin quiebres. Había conocido muchos años antes, en la casa de Alonso Restrepo, en Andes, a Aura. Ella era una de las hermanas menores, apenas preadolescente, y a Alberto se le había metido en la cabeza que iba a esperarla porque ella iba a ser su esposa. Nunca he conocido una persistencia semejante.

Nada indicaba que Aura se iba a interesar en Lopera como para que él se entusiasmara. Pero él insistía. Entiendo que le escribía, la llamaba, en fin. Lo cierto fue que Aura entró a la Universidad Bolivariana, en Medellín, y allí tuvo un novio. Aún así Alberto seguía firme, a la expectativa, seguro de que su amada volvería algún día el rostro hacia él para hacerle el guiño definitivo. Y así sucedió.

Después de que Aura fuera a Bogotá a un seminario relacionado con su carrera, se cuadraron, como decíamos. Alberto bailaba en un pié y no cabía en el pellejo. Ni yo podía entender, admirado, lo que estaba sucediendo. Si alguna vez he visto un imposible afectivo, ese era. Pero además, para colmo, Lopera no se quería casar hasta no comprar un apartamento y dotarlo de lo necesario. Por eso, cuando todo estuvo a punto, se casaron y Aura se fue a vivir, obvio, a la capital. Allá nació Laura.

LOS OTROS TRABAJOS
Lopera fue a parar, gracias al trabajo que hacía en Negocios, a El Tiempo, como subeditor de economía. Dos o tres años después era el editor de la sección más influyente del diario. Salió de allí para trabajar como jefe de comunicaciones y prensa del Seguro Social, cuando lo dirigía el intenso de Carlos Wolf, quien lo perseguía a través del teléfono celular día y noche. Y finalmente, su último trabajo fue en la Federación de Cafeteros, en el mismo cargo, desde finales del ejercicio de Cárdenas Gutiérrez y todo lo que va del actual, en manos de Gabriel Silva, quien a propósito pronunció un breve discurso emocionado y reconocedor en la ceremonia fúnebre de Alberto en Medellín.

Lopera fue un periodista sin pausa, entregado, serio, riguroso, a veces demasiado obsesivo. Todo le marchaba como un reloj, todo le salía bien y se llevaba igualmente con las personas. Amable, sonriente, servicial. Pero era mejor amigo. Sus demás amigos pueden decirlo por mi.

Nos dejábamos de ver por largos periodos después de que almorzábamos juntos una vez a la semana. Creo que sus responsabilidades en El Tiempo lo reconcentraron demasiado. Ya ni conversábamos por teléfono siquiera. Pero nos reencontrábamos y era como si nada, como si no hubieran pasado los meses. Y eso me mantenía cerca de él, de sus cosas, de su cotidiano.

A Luis Alberto Lopera Restrepo, mi amigo, tuve que despedirlo desde Londres, con la garganta hecha un nudo y con la pena de no haber podido estar presente en su funeral, en Medellín, un domingo de la mitad de diciembre del 2007. Supe de su muerte trágica y repentina una noche por boca de una de mis hijas que me dijo por skype, lo más calmadamente posible, que se había chocado contra una tractomula –o al contrario- en el sector de Cota, cerca de Bogotá, a la salida de la fiesta de fin de año de la Federación de Cafeteros para los periodistas económicos. Fue cuando me recorrió un temblor frío por dentro.

A Luis Alberto lo llevo conmigo. Como un pedazo de mi vida.







Como ovejas al matadero




Lo que no me gustó para nada del año nuevo en el centro de Londres fue el regreso. Me sentí como en un rebaño de ovejas que llevaban al matadero.

Apenas terminaron los juegos pirotécnicos -que en verdad estuvieron de maravilla y arrancaron sucesivos vivas de un público que aquí delira con esas cosas- estaba preparado el regreso. Como quien dice, nadie se podía quedar en aquellos alrededores. Los pubs y bares cercanos estaban cerrados. Era imposibloe encontrar un sitio donde vendieran una cerveza. Todos lo sabían y habían llevado sus bebidas en botellas de plástico y de cristal, y en licoreras y en latas que quedaron regadas por el suelo.

La policía tenía cerradas las calles de tal manera que la multitud tuviera qué dirigirse a las estaciones del tube de los alrededores. Sin alternativa. O lo que hicimos, caminar, alejarnos de allí para evitar semejante chichonera. Aquello era una marejada humana que avanzaba apretujada, despacio, como al despeñadero.

Nos demoramos más de una hora en llegar a una estación cercana a Elephant and Castle, donde pudimos tomar el underground o metro o tube. Y otra hora para llegar a Morden, el sector donde vivimos, pero allí el transporte estaba reducido al mínimo. Mucha gente esperando y los buses eran fantasmas. Y los que llegaban no nos servían. Otra hora allí a la espera del bus 93, que se llenó como lata de sardinas porque era gratis y al fin nos dejó cerca de Love Lane.

La fiesta del recibimiento del año tuvo un sabor maluco al final. Creo que no volveré.

Año nuevo en el London Eye








Como recién llegados, obvio, fuimos a parar a la bienvenida del año nuevo a la zona del London Eye, al pie del Támesis, al otro lado del imponente edificio del Parlamento y la Torre de Londres.
Las autoridades calculaban que unas 250 mil personas nos reuniríamos allí, en las dos orillas del río, en un espacio emblemático de esta ciudad, para recibir el 2008 con los juegos pirotécnicos. Para facilitar esto, ofrecieron transporte gratuito en el tren, en el metro y en buses, desde la media noche en adelante hasta bien entrado el amanecer. Y asi fue.a pesar del frio y de una llovizna que intentaba aguar la fiesta.

Música de discoteca animaba la noche y alborotaba a los que ya estaban "prendidos". Y un locutor sobrio, emocionaba, daba ánimos y preparaba cada cierto tiempo el ambiente. Todos allí esperábamos las 12 campanadas solemnes del Big Ben y el espectáculo de luces.

Hasta que llegó el momento. Se amplificó el sonido de las campanas y todo el mundo esperaba en un tenso silencio. Y al cabo de la duodécima, estalló la algarabía. Los gritos de júbilo se confundieron con las explosiones y los destellos hermosos de la pólvora en aquel escenario, uno de los íconos del mundo contemporáneo. Espectáculo de maravilla.

Solo que nadie se dio un abrazo. Solo los latinos nos abrazamos para desearnos lo mejor, para sembrar una esperanza.