miércoles, 26 de noviembre de 2008

Gonzalez-Foesters en la Tate Modern




Ahora llueve permanentemente en la Turbine Hall de la Galería Tate Modern de Londres. Claro, es un decir. 
La mitad de esa enorme sala, donde hace un año estaba la "Shibboleth" de la artista colombiana Doris Salcedo, ganadora de la Unilever Series, ahora se ocupa con la instalación enorme de la francesa Dominique Gonzalez-Foesters, la nueva artista seleccionada. 
La propuesta de Gonzalez-Foesters, llamada TH 2058, parte de una fábula: Ha llovido tanto en Londres, se supone, que las esculturas y los objetos en vez de podrirse, crecieron. Se agigantaron. Y hubo qué llevarlos bajo techo para su protección. Y en ese mismo espacio se dispusieron entonces camarotes y libros para que la gente se tendiera, descansara y leyera, en la huida de la lluvia eterna.
Ha sido la artista la autora de la fábula y de la instalación. Y ha dicho además que su propuesta tiene qué ver con el tema ambiental, la naturaleza y el futuro. Esculturas enormes -construidas en maderas y otros materiales pintados- casi que se pelean un espacio bajo techo, mientras una pantalla de cine muestra fragmentos de películas de ficción, conocidas unas y otras no.
Pero la fábula amarra. Es decir, retiene la imaginación del visitante que, después de pasar una cortina de colores se encuentra con ese mundo extraño que suena a lluvia sin fin y que protege del agua inmisericorde.
El espectador camina, toma fotos, recoge imágenes, observa con detenimiento lo que le impacta, se acuesta en algún camarote, lee o duerme. Esa es la parte más interesante: que la gente acepta la propuesta de descansar y relajarse. Pero el gigantismo está apenas justificado aquí por el supuesto de la lluvia que no cesa e hizo crecer las cosas inanimadas. Gigantismo que se ve desde abajo medio apeñuzcado, dispuesto de manera caótica. 
Quizás esa sensación de lluvia, de humedad, de sitio de refugio dadas las condiciones del medio en un supuesto 2058, sea el impacto pensado, calculado. Lo demás puede estar o no estar allí. Nada resulta indispensable, excepto las camas. 
    

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