lunes, 28 de abril de 2008

El tiempo que nos lleva


Cuando yo estaba en la universidad -la vieja UPB de Monseñor Henao Botero manejada a manera de escuelita- había un crítico profe de filosofía que era inclemente con la mediocridad. Y entre las cosas que afirmaba recuerdo una: los que no tienen nada de qué habar, hablan del tiempo. Ahora creo que no es tan sencillo.
Vivir en Londres, o en cualquier ciudad donde haya estaciones- significa estar pendiente del tiempo. Dependiente. No solo por la ropa -que el saco, que el abrigo, que el paraguas, que la camiseta térmica- sino por el estado de ánimo, por las sensaciones de encerramiento o de libertad, por los espacios abrigados o por el aire libre.
El tiempo, el exterior y el que corre por dentro de uno, determina lo cotidiano, la relación con las cosas, la eficiencia en el trabajo o, incluso, el apego o desapego del otro. Así de sencillo.
Aquí, tratar de saber el estado del tiempo es también tratar de presentir cómo me sentiré más adelante, a qué debo enfrentarme, en qué condiciones, si a las caras mustias o a los rostros brillantes.
Londres con 23 grados centígrados es una ciudad hermosa y resplandeciente.
Londres con 4 grados centígrados es una ciudad hermosa y sometida a una capa de cera.
El tiempo lo es todo. Lo envuelve todo. Lo determina todo .

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Bibimar dijo...

hola carlos.
está muy interesante este articulo. pues el tiempo es de los temas más dificiles para conversar, del tiempo no se sabe mucho, es más como una ilusión que se mete en nosotros acorralándonos y condenándonos en su interior. es bueno de vez en cuando perder la noción de tiempo. es una libertad indescriptible, aunque rompa con los esquemas sociales y seamos unos desadaptados.
ojalá escribieras bastantes artículos reflexivos.
mucha suerte y un abrazo.
Bibi